Un hombre caminaba errático por una calle gris de una gris ciudad. En el otro extremo de universo, una mujer caminaba errática por una calle gris de una gris ciudad. El asfalto y el hormigón les sostenía y daba vida. En el aire aromas de alquitrán y gasoleo. En el aire sonido de motores renqueantes y gritos.
Frente a él, el resto de mundo. Frente a ella, el resto del mundo. Ambos en soledad. Cada uno ignoraba la existencia del otro, cómo la del resto del mundo. Un mundo que giraba en direcciones opuestas a la que ellos dirigían sus pasos. A diario se cruzaban con otros hombres, con otras mujeres. Para ellos no existían. No eran otra cosa que extraños cruzándose, como cientos de humanos que cada día lo hacían, cada uno con sus anhelos y sus secretos, con sus dichas y frustraciones.
No deberían encontrarse jamás siendo como eran únicos en sus universos. Era de noche y la luna llena iluminaba las calles a las cuales la crisis había hecho desaparecer las farolas. Nada invitaba a salir, era invierno y hacía frío, pero ambos tomaron sus grises gabardinas y enfilaron el camino de la calle. Un hombre caminaba errático por una calle gris de una gris ciudad. Una mujer caminaba errática por la misma calle gris de la misma gris ciudad. No deberían encontrarse jamás siendo como eran únicos en su universo por eso cuando se encontraron sus ojos no se cruzaron. Fijaron la vista en el suelo y vieron sólo sus alargadas sombras que por un instante se mezclaron. Poco a poco el sonido de los pasos de uno se alejaba del sonido de los pasos del otro hasta que al final solo existía el silencio.
La luna que los observaba con tristeza y derramó dos lágrimas por ellos. Lágrimas que cayendo redibujaron las sobras del hombre y la mujer. Sombras que como espejo de deseos no confesos volvieron a cruzarse durante un suspiro en el que el tiempo pareció detenerse. Como si ya antes de nacer se hubieran conocido, conocido incluso en otras vidas, ambas sombras cruzaron sus brazos y sus cuerpos ausentes y ahogados en besos, besos que nunca fueron de más, besos que nunca fueron suficientes, hicieron surgir una chispa de amor tan intenso que ardiendo se evaporaron.
Dicen que por un segundo el hombre giró su cabeza y vio como la mujer se alejaba de espaldas. Dicen que por un segundo la mujer giró su cabeza y vio como el hombre se alejaba de espaldas. Dicen que por un segundo el hombre pareció levantar la mano y querer llamarla. Dicen que por un segundo la mujer pareció levantar la mano y querer llamarlo. Dicen que la luna los vio girarse primero el hombre, luego la mujer. Dicen que la luna volverá a cruzarlos...
Tomado de Kendopitecus en http://kendocrinologia.blogspot.com/
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